LA ABADÍA DE THELEME.

LA ABADÍA DE THELEME.



Gargantúa (La vie très horrifique du grand Gargantua), segundo libro de François Rabelais (1494-1553), escritor, medico y humanista francés, narra la vida del gigante de este nombre, Gargantúa, desde su extraño nacimiento, pasando por su crianza, la educación que recibió, y las hazañas que llevó a cabo; la obra está llena de extravagancia, hipérbole, sátira y mucho humor; mas no deja atrás una fuerte carga de humanismo y critica a la sociedad en la cual vivía su autor, Rabeláis.

En los últimos capítulos de la obra, Rabelais crea un concepto de utopía, lleno de detalle y cargado de crítica; Gargantúa ha recompensado por su acción, en los acontecimientos de una guerra en su país que se inicia a mitad de la obra, a sus compañeros de hazañas, a aquellos quienes le colaboraron y le apoyaron en batalla; sólo quedaba por recompensar al fraile, personaje muy importante en la obra, de características totalmente contradictorias a la idea de fraile de la época de Rabelais, y de la nuestra; Gargantúa le propone a este, al fraile, hacerlo abad de tres abadías diferentes, pero fray Juan rechazó el ofrecimiento y en contraoferta, diciéndole a Gargantúa que si realmente quería agradecerle en algo y en el futuro pudiera él (fray Juan) servirle en algo, pidió le permitiera fundar una abadía a su estilo; así pues, Gargantúa encantado con la idea le ofreció todo el país de Theleme al monje para fundar su abadía.

Fray Juan quería fundar una orden religiosa opuesta a todas las ya instituidas y así se lo hizo saber a Gargantúa, ideando entre los dos la Abadía de Theleme; esta no tendría murallas alrededor, las cuales sólo sirven para crear envidia y conspiración dentro y fuera de ellas; se permitiría la entrada de mujeres y no existiría reloj alguno; establecieron que allí solo entrarían las mujeres más bellas y de buen carácter y los hombres más gentiles y agraciados; que estos no estarían obligados a quedarse allí toda la vida y seria libres de salir cuando les pareciese sin compromiso alguno; que podrían estar casados, ser ricos y vivir en libertad, en contraposición a los tres votos de los religiosos ordinarios: castidad, pobreza y obediencia; establecieron el rango de edad, de mujeres y hombres, para ser aceptados; y empezaron la construcción.
Todo en la abadía era impresionante, desde la idea misma, hasta sus proporciones físicas, pasando por las dotes establecidas para su construcción y mantenimiento, el vestido de sus religiosos y religiosas y el carácter y distribución de sus plantas y habitaciones.
La cantidad de dinero otorgada, en la forma que fuese, monedas de oro contantes y sonantes de diferentes denominaciones, bienes raíces amortizables y solventes, entregados en el momento o a perpetuidad, era hiperbólicamente exagerada, valga la redundancia, como a lo largo de todo el libro, Rabelais hace uso de este recurso, la hipérbole, de forma desaforada de manera que la exageración está presente en cada frase, en cada idea.
Se pierde la idea de proporción, las magnitudes físicas de la abadía, aunque contables, pues Rabelais nos da cifras, el número de habitaciones, escaleras, ventanas, es al mismo tiempo inimaginable, inconmensurable, como el área, longitud, altura, espesor de todo el lugar.
Todo es extravagante, magnifico, lujoso, hermoso, espectacular, las galerías, frescos, bibliotecas, libros, esculturas, todo responde a una idea de utopía, de ideal, totalmente contraria a la idea, aun vigente, de monasterio, todo rompe con el concepto de austeridad ligado siempre a la religión, a la reclusión, a la vida monástica.
La inscripción sobre la puerta de la Abadía de Theleme (Thélème, en francés, viene del griego θέλημα, que significa: voluntad, deseo) es un poema espectacular en su contenido y forma (el original), expresa a cabalidad el deseo de fray Juan y Gargantúa, (Rabelais manifiesta por medio de estos su idea de utopía), habla de quienes tienen permitido entrar y quienes no, la primera parte del poema habla a quienes no tienen permitida la entrada, a los tramposos y mentirosos, a los malignos y falsos, usureros y traidores, groseros y fariseos; la segunda le habla a aquellos a los que Theleme les da la bienvenida, a los sanos y caballeros, a los gentiles y nobles, a los que predican el verdadero evangelio, a las damas bellas y felices.
Las estancias son impresionantes, parques con fuentes, galerías, el hipódromo, el teatro, la piscinas, el rio, las torres, los parques con árboles frutales, el bosque, los terrenos para practicar deportes como tiro con arco, las caballerizas, los establos, la halconería con toda clase de aves espectaculares, perfectos y amaestrados. Su distribución, su colorido, su riqueza, lujo, belleza, todo es espectacular, todo está tapizado, bordado, forrado, todo es oro, plata, perlas, joyas, perfumes.
El vestido de los thelemitas es majestuoso y fino, y en la abadía hay muchas personas al servicio de los religiosos, por así decirlo, los perfumeros y peluqueros, los encargados de los guardarropas, los expertos cetreros, los orfebres, bordadores, sastres, artesanos todos trabajando por los religiosos.
La vida de los thelemitas se basaba en una única clausula “Haz tu voluntad”; eran hombres y mujeres instruidos, estudiados, gentiles, hábiles; se levantaban cuando les apetecía, bebían, comían y dormían cuando querían. Gracias a esta libertad todos se esforzaban al máximo, en dar lo mejor de sí mismos, en instruirse, en todas las ciencias, en entrenar la mente como el cuerpo.

La concepción de Theleme, su concepto, ese ideal, esa Utopía, esa sociedad perfecta, Rabelais crea un mundo mejor dentro de esa Abadía de Theleme, donde el hombre y la mujer son libres y se encuentran al mismo nivel, donde no se rigen por el tiempo, si no por sus gustos por lo que quieren, es una sociedad en la que no hay restricciones ni prohibiciones, y de la misma manera y debido a esto, todos son “buenos”, todos conviven en perfecta armonía, no se rompen las normas porque no hay normas que romper, todos viven en dignidad, felicidad, todos estudian, se instruyen, se entrenan, todos dan lo mejor de sí, no existe la pereza, más bien, el ocio productivo, siempre están haciendo algo, ya sea bebiendo, ya sea leyendo, todo está bien porque todo está en equilibrio; el placer y el trabajo, el ocio, la disciplina, el estudio, el deporte, la risa.

Esa utopía creada bajo el nombre de Theleme (voluntad, deseo) nos muestra esa sociedad ideal en la cual todo es perfecto, todo es armonía, todo es libertad. Y nos muestra precisamente eso, que el hombre es libre y con un cuerpo sano, y una mente instruida, este tiende al equilibrio y a dar lo mejor de sí, para el bien suyo y de los que le rodean; que hace lo que desea, lo que es su voluntad pero no daña, no lastima lo que le rodea.


Blibliografía.
RABELAIS, François. Gargantúa. Traducción del Dr. Antonio García-Die Miralles de Imperial. Editorial Juventud, S.A., Barcelona.1972. Pág. 301-320.

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